Predecir el futuro suele señalarse como una tarea por demás estéril. Sin embargo, imaginar las diferentes formas a través de las cuales el mañana puede desenvolverse, aun cuando dicho ejercicio revele tan solo indicios de un comportamiento venidero, puede facilitar la preparación frente a eventos y comportamientos y, a veces también, ayudar a minimizar riesgos e incertidumbres.
Luego de los resultados electorales del 11 de abril, los peruanos deberán escoger entre dos alternativas que han disparado miedos de distinta naturaleza entre el electorado. Por un lado, tenemos a Pedro Castillo, de Perú Libre, que profesa una ideología marxista-leninista-mariateguista y que ha prometido, siguiendo el ideario de su partido, expropiar y nacionalizar distintas fuentes de riqueza privada, eliminar el Tribunal Constitucional (TC) y la Defensoría del Pueblo, entre otros atropellos. Por el otro lado, está Keiko Fujimori, de Fuerza Popular, que se presenta a un balotaje por tercera vez consecutiva, con el manto de acusaciones personales por lavado de activos y obstaculización a la justicia, y el recuerdo del gobierno autoritario de su padre en los 90.
Así, imaginar las diferentes formas bajo las que se materializarían un eventual gobierno de Castillo y uno de Fujimori (por separado) nos pueden ayudar a avizorar los riesgos críticos al desenvolvimiento natural de una democracia tan precaria como la nuestra. Además, identificar las fuerzas críticas que moldearán el futuro nos permitirá imaginar la forma cómo se desenvolverán distintos actores, narrativas e instituciones, constantando de paso cuáles serían las señales tempranas de que estamos frente a uno u otro escenario.
Aspectos metodologógicos
El principal componente de un ejercicio de escenarios, independientemente del tipo específico que estemos trabajando, radica en identificar la pregunta central, aquella que captura los aspectos más críticos a ser explorados. En este caso, creemos, la pregunta central es: ¿Cómo transitará la democracia peruana el quinquenio 2021-2026? O, en otras palabras, ¿bajo qué condiciones llegaremos, o no (y si esto es así, por qué), al término del mandato constitucional que inicia este 28 de julio?
A partir de lo anterior, identificaremos las principales tendencias y fuerzas relativamente simples de prever. Para ello, utilizaremos un análisis PESTI (Político, Económico, Social, Tecnológico e Institucional), tanto para el plano local como para el global.
Siguiendo dicho análisis, revisaremos, de igual manera, las principales incertidumbres; aquellas críticas y con mayor impacto en nuestra pregunta central.
Finalmente, identificaremos las fuerzas e incertidumbres más relevantes y cómo estas modelarán los posibles escenarios que busquen responder a la pregunta central. Para cada ejercicio (Gobierno de Pedro Castillo, Gobierno de Keiko Fujimori), dichas fuerzas e incertidumbres serán diferentes, por lo que trabajaremos ambas por separado.
¿Cómo transitará la democracia peruana el quinquenio 2021-2026 bajo un gobierno de Pedro Castillo?
A lo largo de su campaña, la dupla Pedro Castillo-Vladimir Cerrón (este último, ideólogo y presidente de Perú Libre) ha propuesto “rescatar al Estado de la dictadura del mercado”. Esto, en simple, implica reconstituir las instituciones democráticas (como el Tribunal Constitucional, la Defensoría del Pueblo, el Congreso, los medios de comunicación, entre otras) a fin de establecer una Asamblea Constituyente (todavía no queda claro cómo se haría esto) que abra la puerta a un cambio constitucional para, a su vez, establecer un Estado interventor, planificador y regulador de la actividad económica, que redistribuya, nacionalice y priorice la producción local.
En resumen, Castillo nos advierte de que en un gobierno de Perú Libre las instituciones públicas y privadas estarán sometidas con la finalidad de cambiar las estructuras económicas imperantes (a saber, relativa libertad de mercados, estabilidad monetaria y fiscal, apertura económica, entre otras).
A pesar de que Cerrón y Castillo, por separado, han asegurado que no moderarán su propuesta, finalmente el propio Castillo terminó presentando un compromiso de 10 puntos junto a la excandidata Verónika Mendoza.
Si bien la gran mayoría de peruanos se inclinan por los cambios, lo hacen dentro del margen del modelo económico-institucional vigente. Las instituciones que protegen dicha estructura, sean públicas o privadas (como los medios de comunicación, gremios, ‘thinks tanks’, etc.) son precarias y débiles. Pero incluso así, existen capacidades para limitar el poder.
Frente a ello, dos incertidumbres aparecen como ejes centrales del desenvolvimiento de las fuerzas de la macro-estructura:
Por un lado, tenemos la intención del Gobierno por quebrar las fibras institucionales. ¿Prevalecerá el interés de Cerrón y Castillo de forjar una nación estatista, colectivista y autoritaria (ECA) bajo los preceptos marxistas que hoy propugnan? ¿O, una vez sentados en el poder, la realidad (la dinámiga local y global) los forzará a respetar el decálogo de moderación (en un marco de intervención y regulación, pero sin quebrar el orden democrático)? Esta intención se verá reflejada en la incidencia que exhiba el Ejecutivo dentro de otros poderes del Estado (Legislativo y Judicial), así como con actores claves del funcionamiento regular de un régimen democrático (prensa libre, Fuerzas Armadas, etc.).
Por otro lado, está la capacidad de la estructura social e institucional de soportar el sistema democrático. ¿Podrá la estructura social (instituciones privadas y públicas, opinión y sentimiento público, entre otros) resistir a los embates de un gobierno ECA? ¿O la fibra social se resquebrajará y el país se encontrará a merced de un gobierno autoritario? Si bien es cierto que una parte de la estructura actúa bajo principios (el Tribunal Constitucional, por ejemplo, tiene por encargo defender la Constitución y asegurarse de que esta se cumpla en todo el país), existen también otros estamentos que son volubles (sentimiento público, por ejemplo) y posibles de ser cooptados por el poder.
Gobierno de Pedro Castillo
Escenario 1 (E1): Crisis general
En el primer escenario, el gobierno de Pedro Castillo trabaja con la firme intención de quebrar las fibras institucionales de tal manera que los cambios planteados al inicio de su campaña se producen sin contratiempos y sin resistencias. Aquí, el “decálogo” suscrito por el candidato es ninguneado y usado solo cuando sea necesario para calmar a la ciudadanía.
La capacidad de la estructura social e institucional funciona, y mantiene resistencias frente a los embates ‘castillistas’. El TC, el Congreso, los medios de comunicación y otros organismos públicos y privados limitan la capacidad de acción del Ejecutivo. Estalla, por lo tanto, una crisis general producto de las decisiones que toman tanto el Ejecutivo como las instituciones opositoras. Es una situación, por supuesto, en extremo inestable y, por ello, se espera tarde o temprano que se produzca la intervención de ciertos actores (Fuerzas Armadas u otros), a fin de resolver las controversias.
En este escenario existen múltiples sub-escenarios (variaciones dentro de la crisis general). Por ejemplo, una pelea que escala al interior de la cúpula de poder Castillo-Cerrón, o un Golpe de Estado preventivo frente a una amenaza creíble, entre otros.
Basados en las personalidades y narrativas de la dupla Castillo-Cerrón, es más probable que la realidad fluya através de este lado del eje X. Es decir, la probabilidad más alta se encuentra a lo largo de un gobierno radical, en mayor o menor medida.
Escenario 2 (E2): Vigilancia Activa
El gobierno de Pedro Castillo moderó su discurso durante la segunda vuelta y, aun cuando su planteamiento igual incluye cambios importantes en la fibra institucional, sus acciones se trazan dentro del ámbito constitucional. Se producen mayores regulaciones e intervención del Estado, así como iniciativas para cambiar la Constitución, y, cuando estas chocan con los ámbitos institucionales (por ejemplo, con el Tribunal Constitucional), el gobierno respeta los fallos. El TC y el Congreso fungen como “guardametas” frente a los intentos del régimen por quebrar las estructuras, y tanto las Fuerzas Armadas como el Poder Judicial se mantienen relativamente independientes.
Escenario 3 (E3): Democracia perdida
Los embates del Gobierno radical de Pedro Castillo, aun cuando este prometió mesura durante su campaña previa a la segunda vuelta, no encuentran defensas en la estructura institucional peruana. Así, el Gobierno avanza sin contrapesos hacia una dictadura. Los esfuerzos (menores) de algunas entidades públicas y privadas, así como de algunos medios de comunicación, no son suficientes para resistir los embates del poder. El Perú pasa a ser miembro de una nueva coaliación socialista latinoamericana y la nueva Constitución abre la puerta a la reelección indefinida.
Escenario 4 (E4): Vigilancia pasiva
El gobierno de Pedro Castillo no logra estructurar una propuesta articulada de cambio de la Constitución. Castillo termina por moderarse, más por sus limitaciones que por sus intenciones. La estructura social subsiste en una suerte de ‘estatus-quo’, y algunos medios y organismos ejercen vigilancia frente a los avances de la coalición oficialista por si esta presenta una iniciativa que pueda poner a prueba las costuras institucionales.
Gobierno de Keiko Fujimori
Escenario 1 (E1): Crisis general
En el primer escenario, el gobierno de Keiko Fujimori, junto con una coalición legislativa, emprende una serie de reformas y contrarreformas que implican ciertas mejoras en el marco económico, pero también, algunas contrarreformas en la agenda social y cultural. El antifujimorismo, una fuerza estructurada y coordinada, pero sin liderazgo centralizado, actúa de manera eficiente, movilizando fuerzas mediáticas, sociales y organismos de base. Así, la calle se convierte en el primer espacio de choque entre las fuerzas oficiales y los grupos movilizados de oposición.
Este es un escenario de mucha complejidad, dado que la ciudadanía apoya ciertas medidas oficialistas, pero, a la vez, se siente desanimada por la movilización ciudadana. La percepción de crisis se torna cada vez más latente, y el ambiente de negocios se ralentiza conforme algunas marchas terminan por desbordar la capacidad del Gobierno.
Escenario 2 (E2): Gobierno pato-rengo
Si bien el gobierno fujimorista emprende una serie de medidas alentadoras para la actividad económica y algunas otras de contrarreforma en la cultura y educación, los movimientos opositores ligados a organizaciones antifujimoristas logran articular manifestaciones masivas y otras muestras de rechazo. De esta manera, la popularidad del Gobierno cae rápidamente y termina forzando cambios sucesivos en el Ejecutivo, dejando al Gobierno en jaque en sus intentos reformistas.
Escenario 3 (E3): Gobierno efectivo
Las iniciativas del oficialismo en distintos campos (económico, político, social y cultural) avanzan a pesar de la resistencia (menor) de algunos grupos antifujimoristas. La población apoya la mayoría de las medidas y el Gobierno demuestra capacidad de manejo en situaciones límite. Se desatan pequeñas manifestaciones, especialmente de jóvenes y de algunos sindicatos sin mayor peso político, pero estas terminan siendo controladas fácilmente y no se registran choques entre las fuerzas oficiales y la ciudadanía.
Escenario 4 (E4): Tensa calma
El Gobierno de Keiko Fujimori asume desde sus inicios una postura de reformas y contrarreformas graduales y moderadas, conforme la ciudadanía acepta la narrativa oficialista. Los grupos de oposición, cada vez menores, se manifiestan activamente a través de los medios de comunicación y las redes sociales, pero rara vez logran congregarse en espacios públicos. La mayoría de iniciativas de reforma y contrarreforma son tramitadas con lentitud, lo que genera una vigilancia permanente por parte de los opositores, aunque sin despertar mayores temores de cambios drásticos o retrocesos cuantiosos en la agenda de desarrollo democrático.
Algunas reflexiones
Por preferencias reveladas, la propuesta radical de Pedro Castillo y su socio político (y líder de la bancada oficialista), Vladimir Cerrón, crean el escenario más peligroso para la democracia peruana. Aún con la supuesta promesa de moderación de Castillo, la misma contiene la propuesta de una Asamblea Constituyente; un artificio político que se puede materializar de muchas maneras, tal y como ha ocurrido en Venezuela y en otros países latinoamericanos, y que siempre está sujeta a la manipulación del poder de turno.
El escenario más peligroso (E3) del Gobierno Castillo es, a su vez, el de mayor probabilidad en un gobierno suyo. Estimamos con una bajísima probabilidad que Castillo y Cerrón se moderen, por lo que lo más probable es que nos encontremos en un espacio móvil en el lado izquierdo del eje X. Por ello, el avance del Gobierno dependerá de la resistencia que exhiban las instituciones democráticas (públicas y privadas), los organismos internacionales, los medios de comunicación e, inclusive, las Fuerzas Armadas. Lamentablemente, la historia reciente en países cercanos da cuenta de que, incluso aquellos estados con instituciones democráticas fuertes (como Venezuela), pueden caer bajo la mano de un autoritarismo en un lapso corto de tiempo.
A diferencia de Castillo, el fujimorismo cuenta con un contrapeso natural, de amplia base y cobertura mediática y redes: el antifujimorismo. El peor escenario del Gobierno Fujimorista (E1) es aquel que coloca a ambas fuerzas cara a cara, creando un clima hostil para las inversiones y la paz social.
Gane Castillo o Fujimori el próximo 6 de junio, los siguientes cinco años serán de crisis, por lo que la interrogante debería de enfocarse en cuán honda será y no en si esta finalmente ocurre (lo hará). Los planes de Castillo-Cerrón difícilmente serán completados en un quinquenio, por lo que resulta altamente probable que en una eventual Asamblea Constituyente (sea como sea que esta se realice) se incluya un cambio en el término del mandato presidencial o se introduzca la figura de la reelección indefinida, siguiendo la estela de Venezuela, Bolivia y otros países que han pasado por similar trance en la región. Consideramos muy probable que estos cambios se realicen siguiendo un efecto dominó; en el que primero se gane a la ciudadanía de bajos recursos, luego a las principales instituciones y, finalmente, se efectúen los cambios constitucionales.
Estos ejercicios, por supuesto, pueden variar de muchas maneras conforme las fuerzas en pugna adopten nuevas posturas, adhieran a nuevos integrantes a sus causas, y así, como todo proceso que se desarrolla con dependencia al sendero establecido (por ejemplo, una pugna por el poder en la cúpula de un Gobierno ‘castillista’ no sería improbable).
Estos macro-escenarios, a su vez, pueden establecer rutas de desarrollo, indicadores tempranos y análisis sectoriales (con mayor importancia en un Gobierno de Perú Libre). Así, creemos que las empresas y gremios deben trabajar de manera urgente, exhaustiva e integral, bajo los escenarios en los que operaría uno u otro gobierno, aun cuando ambas administraciones impliquen diferentes tipos de crisis en el mediano plazo.