Empate técnico

Empate técnico

1. Introducción

A tres semanas de la segunda vuelta, la campaña presidencial parece haber entrado en una zona caliente. Según el simulacro de votación de Datum publicado en “Perú21” el último viernes, la distancia que separa a Pedro Castillo (Perú Libre) de Keiko Fujimori (Fuerza Popular) es de solo tres puntos porcentuales (44% a 41%). Las encuestas de intención de voto de la misma empresa, recordemos, cifraban la ventaja a favor del primero en cinco puntos una semana atrás y en diez puntos hace dos.

Por su parte, El Comercio divulgó ayer un simulacro de votación de Ipsos que le otorga a Castillo el 51,1% de las preferencias y a Fujimori el 48,9%; y un sondeo que muestra una intención de voto igual de reñida (40% a 37%). Considerando el margen de error, podemos hablar ya de un empate estadístico. Como sabemos, la encuestadora proyectaba una diferencia entre ambos candidatos de nueve puntos el 30 de abril y de once en la quincena del mismo mes.

Finalmente, también ayer, el IEP difundió su sondeo en “La República” en el que Castillo estaría obteniendo el 36,5% de los votos, mientras que Fujimori haría lo propio con el 29,6%. Se trata del mismo centro de estudios que le daba al primero una ventaja de 20 puntos porcentuales el 25 de abril y de seis puntos el 9 de mayo. En consecuencia, si miramos los números de las tres encuestadoras no resulta difícil sostener que, desde que comenzó la campaña hacia el balotaje, ha habido, de un lado, un estancamiento del postulante de Perú Libre y, del otro, un alza sostenida de la aspirante de Fuerza Popular, que ha pasado de estar muy rezagada a mediados de abril a prácticamente pisarle los talones a su contendor en los últimos días.

Ahora bien, ¿qué hay detrás de estas movidas? ¿Cómo se explican? Tal y como anticipamos en nuestro Reporte 02 (26 de abril), uno de los activos con los que contaba Castillo al iniciar la segunda vuelta era que no resultaba muy conocido para un grueso del electorado peruano. Así – explicamos en aquella ocasión– “conforme le vayan cayendo encima los reflectores de la prensa se irán visibilizando sus fisuras y puede que la resistencia a votar por él se incremente en las próximas semanas”.

En efecto, en el último mes, Castillo no ha parado de dar bandazos, anunciando y rectificando propuestas de un día para el otro, retando a su rival a un debate para luego retroceder y evidenciando que carece de un equipo técnico y de un plan mínimamente viable para atajar la emergencia sanitaria y la crisis económica en los primeros meses de un eventual Gobierno suyo. El último sábado, por ejemplo, el candidato faltó a un debate en Chorrillos al que él mismo había llamado y no presentó su nuevo plan de gobierno en un evento en La Victoria, tal y como había prometido en la víspera. No debería sorprender, en consecuencia, que Ipsos-El Comercio calcule el antivoto de Castillo en un 42%, cuando este era de 33% a mediados de abril.

La campaña de Fujimori, por su parte, sí ha efectuado un viraje notable en su discurso, pasando de una etapa inicial de ‘terruqueo’ a una en la que la candidata presenta propuestas concretas para atajar la grave coyuntura de la pandemia producida por el COVID-19, y –a la vez– hace un esfuerzo por mostrarse como una opción moderada, suscribiendo compromisos, alejada de personajes que activan los peores recuerdos de los 90 y prometiendo que, de acceder al poder, convocará a un Gabinete Ministerial de ancha base.

De esta manera, y si las tendencias continúan como hasta ahora, podríamos esperar una victoria de Fujimori el próximo 6 de junio, que tampoco sería tan holgada, tomando en cuenta la resistencia que aún presenta su candidatura (hoy en 46%, según Ipsos-El Comercio; aunque esta era de 71% en enero). No obstante, y como hemos visto en procesos anteriores, las últimas semanas de una campaña presidencial en el Perú suelen ser críticas y cualquier denuncia periodística, yerro, acierto u otra movida inteligente en algunas de las dos tiendas puede definir el resultado final. Si no, recordemos que, en el 2016, a una semana de la segunda vuelta, Ipsos-El Comercio proyectaba en un simulacro de votación una ventaja de seis puntos a favor de Fujimori. Siete días después, y luego de que la campaña fujimorista encadenase una serie de errores, Pedro Pablo Kuczynski lograba la victoria con una diferencia menor al 0,3%.

2. ¿Por qué votamos como lo hacemos?

Todo este análisis, sin embargo, solo es útil en tanto el 6 de junio los electores nos confirmen su preferencia, en uno u otro sentido. Cabe entonces preguntarse, ¿qué es lo que guía al elector cuando emite un voto? Según explica el publicista electoral y asesor político Jaime Durán Barba en su libro “El arte de ganar” (2010), las decisiones sobre a qué candidato apoyamos tienen un germen emocional que luego tratamos de justificar racionalmente. “Ni en el mundo de los electores ni en el de las élites intelectuales se decide el voto razonando”, escribe. Antes que por alguien que promete cambiar el modelo económico o impulsar una nueva Constitución, los votantes buscan a quien puede solucionar sus problemas más cotidianos, como la inseguridad ciudadana, la falta de oportunidades o, por estos días, las fracturas que ha abierto el COVID-19 a todo nivel. ¿Qué están viendo, entonces, los electores para apoyar a tal o cual candidato?

En el caso de Castillo, creemos que ‘su voto’ puede desglosarse en cuatro grupos: i) el identitario (aquel que se identifica con un maestro de escuela del interior del país que, antes de incursionar en la política, fue rondero y líder sindical), ii) el de rechazo a una clase política lastrada por su ineptitud, como gestora, y por los escándalos de corrupción de los últimos años (el Caso Lava Jato, por ejemplo), las crisis de gobernabilidad en las que vienen sumergiendo al Perú desde el 2016 y las fisuras estructurales que quedaron en evidencia cuando estalló la pandemia, iii) el antifujimorismo (que Ipsos-El Comercio sitúa en 46% en su último estudio), y iv) un voto duro de quienes están convencidos de los postulados que agita Perú Libre (y que en la primera vuelta sumó apenas el 19% de los votos válidos).

Mientras que, en el caso de Fujimori, sospechamos que podría beneficiarse en segunda vuelta de un voto: i) de electores duros de derecha (beneficiándose de los apoyos que recibieron en primera vuelta candidatos como Rafael López Aliaga, Hernando de Soto y César Acuña), ii) de defensa del modelo económico y la Constitución de 1993, iii) anti-Castillo (que sería del 42% de los electores, según Ipsos-El Comercio) y, por supuesto, de un voto iv) fujimorista duro (que el 11 de abril rondó solo el 13% de los sufragios válidos).

Así, la disputa final se producirá en el voto marginal; leáse, en aquel que aún no ha decidido por quién votar. Dicho lo anterior, ¿cómo deberían votar los peruanos el 6 de junio para que ganen Castillo o Fujimori?

En el caso del primero, necesita que la distancia con la que probablemente ganará Keiko Fujimori en Lima no sea gruesa. La capital, como sabemos, congrega a un tercio del electorado, por lo que a Fuerza Popular no solo le basta con conquistarla, sino que tiene que hacerlo con una ventaja abultada si quiere mantener sus chances hasta el final. Castillo, por su parte, necesita fortalecer sus votos en el centro del país, pelearle a su rival en la costa norte (donde se concentran más electores después de Lima) y ganarle en el oriente. Su favoritismo en el sur y en el sector E del país parece ya incuestionable, pero debe luchar por no perder el sufragio del nivel socioeconómico D (donde lidera, según Ipsos-El Comercio, por solo tres puntos).

Mientras que, por el lado de Fujimori, es esencial que arrase en Lima y que capitalice los votos que obtuvieron Acuña, López Aliaga y De Soto en la costa norte (Tumbes, Piura, Lambayeque, La Libertad y Áncash). También, que voltee el marcador que los sondeos anticipan en el oriente, que le quite endoses a Perú Libre en las ciudades de la sierra central (como Huancayo y Huánuco), que consolide su primer lugar en el sector C y que le arrebate el D a Castillo. En el plano del discurso, además, Fujimori debe instalarse en ese espacio que le dejan, por un lado, la exigencia ciudadana por reformas sustantivas y visibles luego de que la crisis sanitaria hiciera volar en pedazos el ‘estatus quo’ y, por el otro, el discurso de un candidato que propone un cambio radical que todavía les genera sospecha a varios. La candidata, asimismo, debe aprovechar los gruesos errores que viene cometiendo su rival y acentuar la imagen de que Castillo, de llegar al Gobierno, no tendría oportunidad de evitar una nueva ola del COVID-19 ni de reactivar la economía del país.

3. Unas elecciones atípicas

Innegablemente, el carácter extraordinario de estos comicios también juega un papel en el desenlace que tendremos en 20 días.

En primer lugar, está la prohibición de las campañas políticas de contratar publicidad en la radio y en la televisión por fuera de la franja electoral (que, según ha anunciado la ONPE, se emitirá entre el 25 de mayo y el 3 de junio). Así, los partidos pierden dos importantes herramientas para llegar al público, más aún en tiempos de confinamiento. Según informó el diario “Gestión” en diciembre del 2020, basándose en un informe de Kantar Ibope Media, para el caso de la televisión “las audiencias durante los meses de cuarentena más severa crecieron hasta un 52%”. Y, si bien los niveles fueron normalizándose conforme se relajaban las restricciones impuestas por el Gobierno, “se quedó arriba en el ‘prime time’, que está mostrando niveles más altos que en la etapa prepandemia”.

A lo anterior, hay que sumarle la limitación (en algunos casos, prohibición) de celebrar mítines u otros eventos proselitistas que solían teñir las campañas antes de la irrupción del coronavirus. No obstante, también es cierto que muchas veces, tanto Castillo como Fujimori, han logrado movilizar y convocar a grandes grupos de simpatizantes que se han reunido sin respetar el distanciamiento social. Esto último, sin ir más lejos, fue lo que ocurrió el sábado, tanto en La Victoria como en Chorrillos.

Así, parecería que los candidatos estarían prácticamente confinados a las redes sociales para tratar de difundir sus postulados o para subrayar las falencias de su adversario. Sin embargo, se equivocarían groseramente si confiasen solo en ellas. Por un lado, porque las redes sociales tienen una lógica que empuja a seguir o a ‘likear’ a aquellos con los que compartimos posiciones y a ignorar o, peor aún, ‘bloquear’ las voces con las que discrepamos. Esto es, que sirven más para confirmar adhesiones que para cambiarlas. Por el otro, porque, como ha sostenido Malcolm Gladwell en un artículo publicado en “The New Yorker”, las redes sociales no forjan activismos fuertes. Estos últimos se siguen decidiendo más en nuestras esferas cercanas, como los amigos, la familia y la universidad, antes que a través de una pantalla del celular.

4. En conclusión

Ahora bien, ¿qué podemos esperar en este último tramo? Si no ocurren remezones ni grandes golpes de efecto, es probable que Keiko Fujimori se posicione por delante de Pedro Castillo en los sondeos de los próximos diez días. La remontada de la primera, empero, podría empantanarse si su rival rompe la inercia que ha tenido su campaña desde que accedió al balotaje o si ella misma repite los yerros que le costaron la victoria en el 2016.

El aspirante de Perú Libre, sin embargo, está frente a una operación de esgrima difícil de llevar a cabo. Por un lado, si no modera su discurso, presentando ideas viables para un eventual Gobierno suyo, puede espantar al voto indeciso. No obstante, si lo hace, corre el riesgo de perder a una parte de su selectorado más radicalizado. Por otro lado, también es cierto que un giro de timón abrupto daría la sensación de que estamos frente a un acomodo estético con fines estrictamente electorales antes que frente a un reconocimiento genuino del postulante de que sus planes iniciales eran sencillamente inviables.

En lo que respecta a Fuerza Popular, debe ser muy cuidadoso con el tratamiento de los psicosociales que ya han comenzado a aparecer para petardear su campaña. Hace unos días, por ejemplo, se denunció que una presunta cuenta fujimorista (@F_Popular2021) venía amenazando a periodistas, como a la corresponsal del diario “El País” en el Perú, Jacqueline Fowks, al director de “La República”, Gustavo Mohme, y al propio candidato Pedro Castillo. El problema es que la cuenta no tiene visos de ser oficial y, para el momento en el que Twitter la dio de baja, registraba apenas 118 seguidores.‍

Por otro lado, a fines de la semana pasada, el portal de noticias “La Mula” informó de que Jesús Vásquez, el informante de la DEA cuya declaración sobre el rol del entonces secretario general de Fuerza Popular, Joaquín Ramírez, en una trama de lavado de activos remeció la campaña de Keiko Fujimori en el 2016, denunció penalmente al partido y a directores de Panamericana Televisión por “organización criminal y otros delitos”.

Probablemente, este tipo de situaciones se repliquen en los próximos días con el objeto de mellar la imagen de Fujimori. Sin embargo, si su campaña sabe gestionarlas, puede terminar volteando estas ‘denuncias’ y capitalizándolas para presentarse como víctima de una ‘guerra sucia’. En estos momentos de la campaña, cualquier paso en falso puede costar una elección y eso, justamente, es algo que en la tienda fujimorista ya deberían de tener en claro.

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